Haciendo maleta, ¿y por dónde empiezo?

Sé que no soy la única que haciendo maletas no sabe por dónde empezar e igualmente, estoy convencida que usted también disfruta más empacar que desempacar.

No se necesita gran vaina para sentir placer de viajar. Tener la convicción de ir a disfrutar otro ambiente, es una cosa que no únicamente me inspira para escribir, sino que al tiempo me genera un descontento al comparar mi maleta con el resto.

Compré una grande, de al menos tres compartimientos que según la necesidad, se aumenta su capacidad de meter cosas que finalmente, resultan siendo inútiles; pero, entonces, entendí que entre más espacio, más cosas inservibles llevo.

Estoy segura que no soy la única que empaca toda su gaveta de ropa interior y no sé por qué presiento que no estoy sola levantando la mano a la hora de dejar la maleta gorda.

Les explicaré paso a paso lo que hago en mi proceso de empacar maletas y usted irá haciendo una sonrisa más grande en su rostro, a medida que vaya leyendo este escrito y se le haga cada vez más parecida mi escena a la suya.

Primero, desempolvo la maleta guardada en el rincón de mi escaparate. Debo confesar que le hecho perfume por una costumbre de mi madre. Acto seguido, abro mi closet y empieza la clasificación de la ropa que llevaré teniendo en cuenta estos puntos:   el evento al que asistiré, el clima del lugar  y por supuesto, mi comodidad.

Hasta aquí todo va bien y creerían ustedes que soy una persona organizada, pero luego de clasificar la ropa, hago lo siguiente: un movimiento arqueando el brazo, a una fuerza tal que permite que cada una de las prendas reposen en mi cama.

 Y acabo de explicarles lo que Liliana, mi madre, llamaría “alboleo de ropa”.

Una vez tenga toda la ropa interior, zapatos, chanclas, prendas de vestir, bufanda (si es necesario), en fin,  todo lo que creo necesito, en mi cama, me dispongo a sentarme cómodamente en el suelo, mientras abro la maleta, y empieza el dilema de qué meto primero y dónde empaco qué cosa.

Por preferencia, empaco los zapatos por aparte. Y si se trata de ahorrar espacio, los guardo en las bolsas en las que vienen, siendo lo primero que meto a la maleta. En la corredera de adentro o el compartimiento de bolsillo, meto la ropa interior, sin doblar (no se pregunten por qué, porque ni yo tengo una respuesta). Enseguida, doblo a mi manera los pantalones, bermudas, short o lo que sea que me coloque abajo y va enseguida de los zapatos. Por último, siempre meto las blusas, porque siempre me cambio la que llevo puesta en cuanto  llegue a mi destino.

Por una extraña razón siempre tengo un dilema de cómo hacer la maleta, pero por esa misma extraña razón siempre la termino haciendo igual. Pendejadas mías…

Eso sí, que no se quede  el ipod, las gafas, los audífonos, la cámara y la garabadora. Eso va en la mochila.

Olvidaba el detalle de decirle que siempre, siempre, siempre llevo mochila. Siento que si la dejo a ella, también me quedo yo. Y hago énfasis en el siempre, porque es siempre. No como de cuento de que es un seminario, conferencia o lo que sea, siempre.

Una vez hecho esto, en los espacios que queden a los lados o entre la ropa, empaco los utensilios de aseo: shampoo, crema para peinar, perfume, desodorante, etcétera.

El punto es que esto que les acabo de explicar al empacar, se me hace mucho más fácil y más breve de resumirles al momento de hablarles de la empacada de vuelta a casa.

Créanme que no tengo la misma paciencia ni el mismo orden que al irme. Es como si se me agotaran estas dos y de solo pensar que llegando a casa tengo que organizar todo en su sitio nuevamente, es agotador; entonces, lo que a continuación leerán, es una de las confesiones que seguramente diré ahora y nada más que ahora porque además es algo que no deben repetir en casa: lo que hago al empacar de vuelta es “albolear la ropa”, pero esta vez no en la cama, sino en la maleta; es decir, como caiga, se va.

Me subo en la maleta, arrodillada, aunque a veces me funciona más sentándome en ella y cerrando con mucho cuidado la corredera. Con mucho cuidado.

Si mi mamá lee esto, se responderá a este interrogante que siempre me recibe al regreso de mis viajes: ¿por qué es que Cindy daña tanto las correderas de las maletas?

 

Por: Cindy Torregrosa C. / @Nana_Torregrosa