LA PAZ: ESTRELLA FUGAZ DE SANTOS
Algún día amanecí pensando en no incluirme más en asuntos políticos, únicamente por disminuir la intolerancia de un país que aún no se somete a la diversidad de pensamientos; pero, debo confesarles, ya me tiene irritada la manera en la que nos han visto la cara de imbéciles, en la Habana, en el Palacio de Justicia (del cual me permito dudar y criticarle el nombre) y en general, en los mismos medios de comunicación.
Es tan cuestionable lo que Juan Manuel Santos, actual presidente REELECTO de Colombia, dice, como lo que en los medios de comunicación se difunde día a día. ¿Serán los medios cómplices de esta estrella fugaz en la que se ha convertido la paz?
Empezaré por hablar, tal y como lo hizo “Juan Pa” cuando fue candidato a la reelección y me permitiré citar frases pronunciadas en diversas tarimas en pueblos, veredas y ciudades, donde se encargó de transmitir un mensaje de solidaridad y concientización para con la ciudadanía.
En Barranquilla, donde asistí cubriendo un medio de comunicación radial, fui testigo de la presencia de nuestro “president”, como le dice Pirry, donde Santos afirmó estar comprometido con el proceso de paz, que además se encontraba para ese entonces en la “fase final” y que además, trabajaría por un país más educado.
Lucía una camisa blanca, estaba todo sudado, con una paloma blanca como prendedero colgando del mismo lado del corazón, pronunciaba esas palabras con una seguridad de la cual él mismo se habría podido cuestionar y con un tono de triunfalismo que le hacía mucho más verdadero su discurso.
Tan verdadero, que se orinó los pantalones.
Una vez gana las elecciones y se posesiona como presidente, el mismo día en el que hace el juramento, se dirige por primera vez al pueblo y hacen todo el protocolo de siempre, afirma, en cuanto al proceso de paz, que hacen falta algunas fases y que promete trabajar en los siguientes cuatro años en la conclusión satisfactoria del proceso de paz.
¿Qué no había dicho en Barranquilla que estaba en “la última fase”?
Va corrido un par de meses y en la Habana se han detenido los diálogos por falta de garantías y en otras palabras, porque la historia de la silla vacía se repite, esta vez no quedando el presidente solo en la mesa, sino el presidente dejando a las Farc en solitario.
Sea la razón que sea y reconociendo el logro de sentarse a dialogar con los causantes de tanta guerra en nuestro país, Santos hace del proceso de paz una telenovela mexicana en cuanto a lo que es claro: no van a dejar las armas y su propósito es llegar a las curules y también definir leyes que terminen siendo parte de futuras decisiones para el país.
Pretender que dejen las armas, que dejen los secuestros, que dejen el narcotráfico, es un pensamiento estúpido, y disculpen el lenguaje, pero es de alguna manera también pretender que dejen de existir, pues, para nadie es un secreto que su manera de solventarse económicamente, es valiéndose de lo antes mencionado y aclaro, no es que esté de acuerdo con sus políticas, pero sí debemos comprender y ser realistas.
Al tal proceso de paz, le hace falta precisamente eso, un poco de realismo, dejar la suspicacia, la inocencia y aferrarnos cada vez más al cómo funcionan las cosas y no a la manera en la que nos dicen que las cosas funcionan.
Empecemos por quitarnos nosotros mismos la venda que los medios y el mismo estado nos quieren poner. No nos de miedo decir si estamos de acuerdo con algunas políticas izquierdistas, o si estamos de acuerdo con las de derecha, o si somos un término medio (considero que es posible), empecemos por perder el miedo de nosotros mismos a aceptar cuáles son nuestras preferencias políticas y dejemos de escondernos en esa frase de “yo no creo en política”.
La apatía de los colombianos se ve evidente cada cuatro años en cuanto se hagan las elecciones. Los asuntos políticos no es que nos hayan dejado de importar. Yo diría que nuestra apatía es más porque cada vez somos más intolerables ante las diferencias.
Y eso, en cierta forma, es también provocada por actitudes tales como las de Juan Manuel Santos con el proceso de paz. Para comprobar mi tesis, responda este interrogante: ¿Será que en lo único que Santos ha sido sincero con su discurso sobre el proceso, fue al mencionar que tardaría cuatro años más?
Por: Cindy Torregrosa C. / @Nana_Torregrosa