El conteo regresivo de la vida

Muchas son las casas adornadas con bombillos de colores que bordean las puertas, ventanas y paredes, como símbolo de que estamos en la época de navidad; algunas otras, sientan a un muñeco hecho de trapo relleno de pólvora, como símbolo del “año viejo” que una vez se haga el conteo regresivo, se convertirá en cenizas. 

Las fiestas de fin de año puede que a pocos importe, o a muchos desviva, pero no es más que el espacio, el día y el momento oportuno en el que la familia está reunida paraque  juntos reciban un nuevo año, mientras todos con todos nos abrazamos dándonos buenos deseos.

Comer doce uvas, correr como alma que lleva el diablo con maletas por la calle, ponerse ropa interior amarilla, guardar la plata bajo el colchón, escribir en una hoja lo que se quiere olvidar del año que se va, o cualquier otro agüero, no me es tan significante como recibir el nuevo año en compañía de mis abuelos.

Desde que tengo uso de razón he compartido estas festividades en compañía de Nidia Diazgranados y Germán Morales, mis abuelos por parte de madre. Junto a ellos cuento del 10 al 1, junto a ellos escucho los pitos y junto a ellos inició un nuevo año.

Lo mejor de compartir con mis abuelos es ver pasar un año en el que también los vi envejecer. Convivir, amanecer, anochecer, y por sobre todas las cosas, ver cómo se les va la vida sin dejarla ir, presenciar sus ganas de vivir aún viéndose el cabello canoso y disfrutar de cada día como si no hubiera un mañana.

Tenía 13 años y recuerdo como si fuera hoy un día que mi abuelo me propuso sacarle las canas. El negocio consistía en que por cada una, él me daría 200 pesos. Ahora, a mis 21 años, soy yo quien le  propongo sacarle las canas, pero esta vez sin cobrarle un solo peso. No hay mejor retribución que tener la satisfacción de estar cerca de él y ojalá pudiese estarlo por cada cana, un año más.

De mi mamá Nidia, como le digo de cariño, no podría olvidar las cartas que le escribía pidiéndole disculpas por alguna travesura o grosería. Lo mejor de todo es que aún las conserva en una gaveta y siempre que llego a visitarla, me las lee.  Lo que seguramente no sabe es que al igual que  ella, yo conservo cada uno de los recuerdos que me llevaban a escribirle.

Hoy, noto que caminan más lento, observo que comen más despacio. Ya no lavan el carro, ya no beben tanto vino y el jardín no lo podan con la misma energía. Ya están sus párpados caídos, ahora no les puedo contar las arrugas, ya se duermen más temprano y en serio que  ahora sí vivo con ellos el significado de envejecer.

Paseamos por los mismos lugares, comemos en el mismo restaurante, saludamos a la misma gente, dormimos en la misma cama, hacemos la compra en el mismo centro comercial y en este momento, me encuentro en el mismo estudio en el que siempre me he sentado a tocar guitarra, a cantar, a leer, a escribir.

Al igual que ellos, hemos compartido los mismos momentos, pero por una extraña razón siento que éste diciembre será distinto.

De fondo suena la canción “El hijo ausente” de Pastor López: “vamos a brindar por el ausente, que el año que viene esté presente, vamos a desearle buena suerte y que Dios lo guarde de la muerte”, e inmediatamente se me ocurre pensar en no estar ausente nunca para ellos; aunque sé que algún día, ellos lo estarán para mí.

Empieza la cuenta regresiva, “10, 9, 8, 7…” y yo sólo quiero mirarlos fijamente sin parpadear si quiera, mientras gozo de un año más abrazada de mi abuela, de mi abuelo, de mi hermano y en ese momento, sin nadie más alrededor.

 “…6, 5, 4…”, faltan sólo tres segundo y me surge una duda: “¿cuántos segundos más los podré tener conmigo?”. “…3, 2, 1” y todos gritamos: “¡Feliz añoooooo!”. Me sumo a la euforia gritando por dentro: “¡No se me vayan nuncaaaaaaaa!”.

Entonces, comprendí, que no se cuenta al revés por contar cuánto tiempo falta para el año que viene; se hace la cuenta regresiva para gritarle a la vida la oportunidad de un año más de existencia y seguir compartiendo MOMENTOS junto a mis abuelos, o nuestros seres queridos.

¡Feliz año para todos y grítenle a la vida que les deje un Rincón más en el mundo!

 

Por: Cindy Torregrosa C. / @Nana_Torregrosa